martes, 5 de marzo de 2013

Galaxia Vila

Me generaba mucha expectativa la muestra "Sobras del arte" de Ernesto Vila en el Centro Cultural de España. Esta expectativa que de por si ya me era placentera, me sumaba otro punto nada inesperado al que reconozco como mi artista predilecto dentro del arte contemporáneo uruguayo. Esta predilección tiene su origen en 1998 cuando hice contacto en directo por primera vez con su obra en el Salón Municipal de Artes Plásticas. Hasta ese momento la expresión plástica y yo solo nos habíamos empezado a conocer a solas y de casualidad dentro de mi dormitorio. Si bien desde mi infancia consumí textos cinematográficos, dramaturgicos y literarios, no había accedido a las artes visuales seguramente por varios motivos, como cargar con un prejuicio de intelectualismo artificioso, por ende de acceso exclusivista, hasta por vivir en una ciudad que creo que en ese momento rondaría los 40.000 habitantes.

Ese día al bajar al Subte Municipal donde estaba exponiéndose el Salón Municipal de Artes Visuales, encuentro casual causado por caminar un trayecto en una ciudad, encontrarse en mi camino este centro para las artes y tener el tiempo y la curiosidad para decidir bajar a ver. A esta combinación de mi parte se sumó que ahí estuvieran esas extrañas piezas hipnóticas que recuerdo casi sin duda como mi primer conexión sensible con otra persona a través de su expresión plástica. Mi recuerdo de esa obra es más emocional que visual como para dar muchos más detalles. La obra estaba dentro de su marcado estilo y el entrevero de objetos cotidianos que eran la materia de confección me producía un nivel totalmente vacío de extrañeza. Emocionado y perdido en esos laberintos, por primera vez sentí estar recibiendo la noticia maravillosa: tener la posibilidad al alcance de un lugar para mí en este mundo.

detalle de una de las obras que integran "Sobras del arte",
 Ernesto Vila, Uruguay.

Confieso un dato, creo que simpático, de lo que puse de mi parte, no vi personajes locales icónicos en ese día, supe después que no solo Gardel era el reconocible, y confieso que aún no reconozco a todos y sigue sin ser necesario para mi. Lo que para mi es parte de un imaginario colectivo puede que aún sea solo para quien consume así a Ernesto Vila. Digo aún porque no me cabe duda del desborde sin fin de su discurso.

Recuerdo un cuadro de este artista al que le digo "paseando de tarde en bicicleta", no recuerdo nunca bien por qué hasta que lo vuelvo a ver y lo leo como un poema aprendido en clases, tampoco recuerdo el contexto donde lo vi por primera vez. Sí que sentí deseos enormes de tener ese cuadro, dudo que por un placer de consumo material sino más para poder leerlo hasta memorizarlo. Fui cuando empecé a entender la importancia de los contextos y para-textos cuando en mi análisis el costo del contexto mínimo indispensable para gozarlo era mucho mas lejano económicamente que la obra de arte elegida. Por suerte hoy ese pensamiento autolimitante, simplista, tan asociado al intercambio capitalista me parece dudoso adjudicármelo así de fácil. Ese cuadro me generó una de esas alegrías de la gran lista viliana, al encontrarlo expuesto a mi acceso entre otras obras del artista en la admirable colección Engelman-Ost. (Avda. Gral. Rondeau 1426, Montevideo)

Este cuadro y su recuerdo viene asociado a mi llegada a "Sobras del arte". La primera parada de la muestra es un texto-obra, no es en si una pieza de arte de Ernesto Vila. Es el texto curatorial de la muestra que incluye un gesto de él de regalo para todos los que por ahí pasen e indica con un ejemplo como sugiere el artista su colgado. Así empieza, dándote otra vez una sorpresiva y buena noticia, tenes una obra de Vila, y que sí tiene lugar en donde vivas.

Texto curatorial intervenido por el artista.

Dentro de una arquitectura elegante que ya es todo un espectáculo sensorial, se encuentran tres conjuntos de obras suspendidas suavemente con un cordel y un palillo de ropa cada una. Puede atribuirse a mi alegría inmediata desde el ingreso pero creo más que no fue tan personal sentir a primera vista que estaba en una muestra de Ernesto Vila. El lugar y el montaje eran evidentemente lo que merecía esta obra. Si el contexto expositivo le hacia honores la retroalimentación respetuosa (carente de hipocresía o adornos) elevaba al lugar a templo.

Asociando con la obra de El Anatsui que vi y reseñé anteriormente, estas "sobras del arte" me refieren de primera al origen geográfico de las mismas. Un gran móvil de un futbolista con su pelota que integra una de las tres acumulaciones oficia para que esto no necesite ayuda personal para leerse, reacia a mostrarse, como el resto de las piezas móviles, sólo demanda permanecer unos segundos ahí con los ojos abiertos para ella sola descubrirse ante uno.


Uno de los tres cúmulos de obra que integran "Sobras del arte",
Ernesto Vila, Uruguay.

La obra desenmarcada no se remite matericamente y a su tendido, se extiende con la proyección de sus sombras a paredes, conservando su marcada impronta formal. Cada una de las piezas rota entorno a su soporte y la instalación central plantea, como una esfera celeste, rotación y traslación.
El sorpresivo movimiento provoca la sensación de estar orbitando alrededor de un planeta de la galaxia Vila.

fragmento de uno de los cúmulos de obra.

Cargada de gentileza y de pensamiento sobre Uruguay y los uruguayos, y por ende sobre mí y pocos millones más, se vuelve rápido, y sin uno poder resistirse, en poesía matérica. El fuerte de la obra de Vila es esa atracción sensible que comienza por la vista que confunde y ya estás dentro antes de entender que se tiene enfrente. Después todo lo que uno ve es otra obra más de Vila y busca una lectura inclusiva para sentirse más parte. Finalmente es una trampa, esta ahí, reacia. Si uno se acerca de repente reaccionan azarosamente para evitar ser poseídas y ya no se vuelve a ver lo que a distancia se veía, entonces uno la trata con delicadeza para poder acceder a apreciarla y el artista con hermoso y elevado despotismo graba en uno su mensaje. Una obra con mucho espacio para rellenar por el espectador pero que el resultado buscado de transmitir un discurso muy especifico es conseguido por el emisor. Todas proponen una historia, pero junto a un nailon estampado por las manchas de un trabajo artístico hecho sobre él solo como protección, hay otra obra que de forma se ve similar, que permite la misma decodificación sensible, pero cada detalle de ella esta puesto por Vila. No hay indicaciones de cual es cual, por supuesto, ni desde el artista ni tampoco se necesitan para consumirla, lo que no deja de ser un recurso engañoso, lo más placentero que no subestima a quien lo contempla. El ideólogo atrapa a su objetivo al considerarlo un igual.

La muestra Sobras del arte se puede ver hasta este sábado 9 de marzo. El 19 de marzo a las 19hs. tendrá lugar un dialogo entre Ernesto Vila y la curadora de la muestra Verónica Cordeiro sobre el arte en relación a la palabra y la vida. El lugar es el Centro Cultural de España, Rincón 660, Montevideo.

1 comentario:

  1. Interesante. A mí me genera cierta repulsión, la que generan todos los desechos. Un homenaje al sinsentido. Ha de ser parte del planteo. Es maravilloso descubrir cuanto contenido y cuanta puesta en discusión tienen el arte y las circunstancias que no comulgan con nosotros.

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